Por encima de la reunión, el sabio Peter da la bienvenida a Paco, levanta una mano y la sacerdotisa Japa acude con un plato de sushi y maki a la mesa de la ceremonia. El resto de congregados hacen una señal de reverencia y Peter con unos palillos, con suma habilidad, atrapa un trozo de Sashimi. Moja un trozo de atún rojo en una salsa y para dentro. Antes, en el aire, hizo una marca sagrada como buen conocedor del washoku. Todos los miembros del Grupo Turia dieron consentimiento. Entonces, Peter alargó de nuevo su brazo y dió cuenta de un trozo de tempura de berenjena. La sacerdotisa Japa comenzó a trazar el círculo de la vida desde la cocina hasta la mesa de bienvenida al nuevo integrante.
Entre bocado y bocado, el nuevo miembro que se había pasado la mañana buscando la manera de enfrentarse a colosal trance, empezó a abrírsele el apetito. Compartió un trozo de arroz y pescado con Tara y cuando estaba a punto de comérselo, comenzó a hablar Peter:
-Mira Paco, todo lo que toca la luz es el Musashi. Aquí, la comida viene y se va como el Sol. Algún día el Sol se pondrá en mi tiempo y saldrá para ti.
Antes de que Paco pudiera reaccionar, desapareció el Nigiri de maguro y sake. Pero eso no importaba, Paco ya no prestaba atención a las idas y venidas de Japa. Era el 5º miembro del Grupo Turia.
En las fotos(cliclear para verlas mejor), de arriba-abajo: (1) la entrada del Musashi. Me tocó esperar a la concurrencia. (2) El local, apreciado por los parroquianos, y un carterista famoso de la Gran Vía saliendo por la puerta. (3) La nota que Peter no vió.